INTRODUCCIÓN
Desarrollar escuelas con carácter
inclusivo es un reto de la educación contemporánea. Para ello se requiere una
transformación profunda de las representaciones de las sociedades, de las
personas en particular, que se traducen necesariamente en cambios de actitudes,
cambios en las acciones y por ende, repercuten en el sistema educativo de cada
sociedad. La construcción de escuelas inclusivas se convierte en una aspiración
a la que apuntan los esfuerzos de grupos organizados de docentes, programas y
proyectos nacionales y de cooperación internacional, y tienen en la historia
reciente, veredas por las cuales ha caminado mucho de este esfuerzo y sueño.
Más allá de un concepto restringido al ámbito de la población con
discapacidades, la conceptualización en la actualidad, se inscribe en
principios que devienen de los procesos de exclusión de grupos tradicionalmente
alejados de la educación.
Tanto la educación como derecho,
como los planteamientos de la Educación para Todos, constituyen asideros para
hablar de calidad educativa, calidad de vida y construcción de sociedades
justas y solidarias. Si bien las raíces más profundas están en la exclusión de
los más necesitados de aprendizaje social como han sido las poblaciones con
necesidades educativas especiales, la trascendencia del concepto y de ahí su
importancia, está en la inclusión de otros grupos que las sociedades han dejado
en la más alta vulnerabilidad, como son las minorías étnicas y lingüísticas,
niños trabajadores y explotados en las peores condiciones, comunidades en
pobreza y extrema pobreza, así como otros colectivos que se construyen en las
ciudades. Cada contexto, cada momento marca la impronta de trazar rutas nuevas,
buscar nuevos aliados e inspirar y motivar a las comunidades para lograr esos
ideales que se han escrito en los discursos, declaraciones y propuestas
nacionales, internacionales y mundiales.
Este artículo recoge una revisión
a las ideas sobre la Educación Inclusiva de un grupo de profesionales 2 , como
parte de la tarea que se decide construir mediante el consenso, haciendo do uso
de la revisión bibliográfica y compartiéndola en un espacio de un foro virtual.
El trabajo se nutre de una categorización de aspectos que fue elaborada por el
grupo para orientar el contenido de interés
1 Sede Rodrigo Facio Brenes. Montes de Oca, 1. 2060 San José
(Costa Rica). gvalenciano@racsa.co.cr
2 Profesionales provenientes de las universidades de
Salamanca (España), de Costa Rica y Estatal a Distancia (Costa Rica), en el
contexto del proyecto “Desarrollo de la Educación Inclusiva en el Sistema
Educativo”, suscrito por ambas universidades con la USAL con la cooperación de
la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) en el año 2007.
Fundamentación y justificación de la Educación Inclusiva
desde el Derecho, la Sociología, la Psicología y la Pedagogía
La idea de la educación como
derecho tiene un trasfondo jurídico, primero en la modernidad, y luego se
revierte como derecho social. Como servicio estatal, se ubica en el surgimiento
de los Estados modernos que la asumen como parte de sus servicios, por lo que
se incluye como una de las funciones administrativas del Estado. En esa idea,
la educación es propuesta en el juego normativo que cada país posee en su
ordenamiento haciendo que cada ciudadano sea a la vez sujeto de derecho y
sujeto de responsabilidad.
La educación como derecho humano
encuentra su mejor expresión en la Declaración Mundial de los Derechos Humanos,
en su artículo 26 establece:
1. Toda persona tiene derecho a la educación.
La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción
elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La
instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los
estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos
respectivos.
2. La educación tendrá por objeto
el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto
a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la
comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los
grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de
las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho
preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.
Como derecho, la educación no
puede verse como el privilegio de unos pocos, sino como un derecho de todas las
personas, por lo que en esa idea, habrá de asumirse desde los Derechos Humanos:
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los
unos con los otros”
(Art. 1).
Nótese que desde la expresión
2. La educación tendrá por objeto
el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto
a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la
comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los
grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de
las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
la educación procura fomentar el desarrollo
personal y social para el logro de los ideales de paz, libertad y justicia y en
consecuencia contribuir a reducir la pobreza, la exclusión, la ignorancia y la
guerra.
Promulgada por la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) en 1948, la Declaración Universal de los Derechos
Humanos tiene como uno de sus propósitos, brindar a los países miembros un
instrumento para promover el conocimiento de los derechos humanos ambas
universidades con la USAL con la cooperación de la Agencia Española de
Cooperación Internacional (AECI) en el año 2007. Construyendo un concepto de
educación inclusiva: una experiencia compartida 15 en todas las personas del
mundo y su inclusión en los estatutos de los distintos regímenes de derecho.
Todos los derechos especificados en la Declaración -el derecho a la no
discriminación, la libertad de movimiento, privacidad, condiciones justas y
favorables en el trabajo, participación en la vida cultural, a una igual
protección ante la ley, entre otros-, están basados en el individuo.
En relación con lo anterior, Petrus (1997)
menciona que “en sentido estricto, los derechos humanos carecen de valor
jurídico, pero sirven de eficaz referente para el diseño de nuestras políticas
sociales, económicas y culturales (…) Sólo cuando aseguremos el cumplimiento de
los derechos humanos podremos afirmar que las políticas sociales son legalmente
legítimas” (p.14).
No obstante, es importante
señalar que la difusión del principio de igualdad de oportunidades, derivada de
la Declaración de los Derechos Humanos, ha impulsado en las personas el proceso
de adquisición de conciencia social que promueve que este derecho sea una
realidad mediante la promulgación de leyes que lo sustenten.
En el sistema educativo esta legitimación se
manifiesta o expresa por medio de la organización y estructuras que posee el
Estado y por medio del derecho el cual le otorga vigencia y estabilidad.
Según Venegas (2009) “Cada Estado
posee un orden normativo que en el caso de la educación regula sus
manifestaciones en la sociedad: sistema educativo, formas de prestación del
servicio y derechos y deberes de los administradores y beneficiarios” (p. 91). Para
esta autora, en el contexto de un país, el ser humano es, entre otros
calificativos, un ser de derechos y obligaciones. Se establece así un vínculo
entre lo individual y lo colectivo, por lo que el servicio de la educación se
puede citar como un derecho establecido. De ahí que en materia de educación se
puede situar como un derecho establecido en tanto bien colectivo que el Estado
establece para sus ciudadanos.
Como derecho individual, se
encuentra fuera del control del Gobierno, siendo además inalienable e
imprescriptible, propio de la persona. Los derechos individuales pueden variar
entre países, según su respectiva constitución política u organización
política. Se les denomina también derechos constitucionales.
En diversos foros por ejemplo en la Declaración
Universal de Derechos Humanos (1948), el de las Convenciones o el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) y el Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), se ha profundizado en
aquellos derechos de mayor importancia tales como el derecho a la vida, a la
integridad personal, a la libertad individual, a la libertad de expresión, a la
libertad de reunión, a la igualdad ante la ley, derecho a la propiedad, y otros
(todos ellos denominados derechos de primera generación).
En los foros anteriormente mencionados, se
recogen también todos los derechos sociales, como derecho al trabajo, salud,
educación, seguridad social, y otros, denominados derechos de segunda
generación o derechos positivos por su carácter obligatorio que proporcionan
bienes materiales a sus beneficiarios. Éstos obligan al resto de la sociedad (o
a los gobernantes) a no atacar o coartar dichas libertades.
Lo anterior se muestra patente a
la hora de aplicarlos: el derecho a la vida de las personas o a la propiedad
obliga a no arrebatarlas, sin embargo el derecho al trabajo o a la educación
obliga a proporcionarlos.
Ahora bien, los derechos
colectivos se refieren al derecho de los pueblos a ser protegidos de los
ataques a sus intereses e identidad como grupo. El más importante de estos
derechos es el derecho de autodeterminación. Los derechos colectivos se
clasifican entre los derechos de tercera generación.
El derecho a la educación es un
derecho humano de segunda generación que en general señala que la Educación
Primaria, Secundaria Técnica y Profesional, así como la Enseñanza Superior debe
hacerse igualmente, accesible a todas las personas, sobre la base de la
capacidad de cada una, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por
la implantación progresiva de la enseñanza gratuita.
En relación con lo anterior, el
artículo 28.1 de la Convención Sobre los Derechos de los Niños (Naciones
Unidas, 1989) señala: “Los Estados Parte reconocen el derecho del niño a la
educación, a fin de que pueda ejercer progresivamente y en condiciones de
igualdad de oportunidades de derecho”.
Esta propuesta es concordante con
el artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales de las Naciones Unidas (1966). Menciona que la educación debe
orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de
su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las
libertades fundamentales.
Además este mismo artículo agrega
lo siguiente:
Los Estados Partes en el presente
Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los
tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las
creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las
normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de
hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté
de acuerdo con sus propias convicciones.
La educación debe formar a todas
las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la
comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos
los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover la paz.
Desde la perspectiva sociológica,
existen razones sociales y morales que fundamentan a la Educación Inclusiva
desde el marco del derecho humano, la escuela implica educación de calidad y
contribuye al buen sentido social.
La Educación Inclusiva entonces,
posee un sentido tanto educativo como social al tiempo que rechaza que los
sistemas educativos tengan derecho sólo a cierto tipo de niños. Por ello, se
pide que cada país diseñe un sistema escolar capaz de adaptarse a las
necesidades de todos los niños creando escuelas inclusivas (Fernández, 2003).
El respeto a ser diferente tiende
las bases para eliminar todo tipo de discriminación y barreras del aprendizaje.
El verdadero cambio en el pensamiento será reflejado en el cambio de actitud.
Este será el compromiso de la educación y del compromiso social: dar respuesta
a las necesidades, y reducir o eliminar los problemas sociales mediante el
acceso a una educación para todas las personas. El respeto a la diversidad
empieza por comprenderla, aceptarla como cotidiano y comprender sus orígenes.
La educación es el puente que “añade” a la tolerancia, a la solidaridad y a la
participación de las personas en el quehacer humano, especialmente para los
alumnos, el vigor requerido para extraer de la diversidad cultural, toda la
riqueza que en ella subyace.
Se requiere de una educación
democrática e intercultural que fomente el respeto por la diversidad, formando
personas que la valoren y mediante ello, permita conformar la propia identidad.
Es por ello que las escuelas se convierten en agentes de cambio social para
inculcar el valor de la diversidad en las políticas, los programas educativos,
el currículo, las estrategias de enseñanza-aprendizaje, es decir, se requiere
un cambio de paradigma educativo y filosófico.
Para Arnáiz (2005) “lo verdaderamente
importante es que impregnen y cambien los pensamientos y actitudes y se
traduzcan en nuevos planteamientos de solidaridad, de tolerancia y en nuevas
prácticas educativas que traigan consigo una nueva forma de enfrentarse a la
pluralidad y a la multiculturalidad del alumnado” (p. 43). Se construye así la
capacidad que debe tener la escuela inclusiva de aceptar a todos los alumnos
que deseen participar en ella y de este modo, reducir la exclusión de los
mismos.
Desde el ámbito psicológico, en
los centros educativos donde se valora la diversidad no se excluye a ningún
estudiante, se busca crear un clima en el que éstos se sientan acogidos,
aceptados y apoyados. Para Arnaiz (2005) “se respetan las capacidades de cada
alumno y se considera que cada persona es un miembro valioso que puede
desarrollar distintas habilidades y desempeñar diferentes funciones para apoyar
a los otros” (p. 3).
De esta manera nadie es rechazado
o segregado, se rescata lo positivo de la persona en lugar de etiquetarla por
su dificultad, fortaleciendo así la autoestima de los estudiantes y la
satisfacción por los logros.
Se fomentan valores tales como el
sentido de pertenencia a un grupo, la valía personal, la cooperación, la
tolerancia, el respeto mutuo y otros; favoreciendo simultáneamente las
relaciones interpersonales y por consiguiente el proceso de aprendizaje. Concede
a la persona la oportunidad de conocerse mejor, lo que incide directamente en
el desarrollo de su personalidad y auto-concepto.
Es de consenso que mediante la
educación se transmiten y ejercitan los valores que hacen posible la vida en
sociedad y el respeto a los derechos humanos, avanzando en la lucha contra la
discriminación y la desigualdad. Los valores importantes que subyacen en una
escuela inclusiva son entre otros la aceptación, la pertenencia a la comunidad,
las relaciones personales, la interdependencia, y la independencia (Pearpoint y
Forest citados en Arnaiz, 2005).
Los valores se aprenden de las relaciones
humanas (la familia, la escuela y la sociedad), con el aporte de las
experiencias y los diversos contextos que modelan las actitudes de los
discentes para su futura convivencia en un modelo de inclusión social. Es
importante tomar en cuenta que cuando hablamos de inclusión, no debemos suponer
que la persona está “verdaderamente incluida”, porque así lo creemos, sino que
debemos lograr que realmente lo sienta.
Educar en valores y actitudes,
destrezas intelectuales, sociales y afectivas permiten al estudiante situarse
en una sociedad caracterizada por la multiculturalidad.
Para lograr el derecho a la educación se
requiere una educación básica de calidad para todas las personas. Según
Meléndez (2006), actuar con equidad con respecto a la provisión de
oportunidades educativas no alude a una educación estandarizada. Todo lo
contrario, refiere a las condiciones de acceso y calidad que deben caracterizar
a una educación lo suficientemente diversificada como para ser aprovechada
realmente por todos.
Desde una perspectiva pedagógica
la Educación Inclusiva se fundamenta en el enfoque constructivista, desafiando
las prácticas pedagógicas tradicionales de la educación y asegurando que los
estudiantes tengan acceso a un aprendizaje significativo. Arnaiz (2005) señala
“si queremos que las escuelas sean inclusivas, es decir, para todos, es
imprescindible que los sistemas educativos aseguren que todos los alumnos
tengan acceso a un aprendizaje significativo” (p. 57).
El constructivismo sostiene que una persona,
en los aspectos cognitivos, sociales y afectivos del comportamiento, no es un
mero producto del ambiente, ni un simple resultado de sus estructuras internas,
sino una construcción propia que se va produciendo día a día como resultado de
estos dos factores. Para el enfoque constructivista el aprendizaje es la
construcción de conocimientos, a partir de las conexiones entre lo nuevo y los
esquemas previos que posee la persona.
Según la autora antes mencionada, desde el
constructivismo, el conocimiento es por lo tanto interpretativo y debe
desarrollarse en los contextos sociales de las comunidades y los intercambios
comunicativos. Significa una nueva filosofía de la educación y la creación de
una nueva cultura. Por lo tanto, la educación procura que el alumnado construya
sus propios significados culturales.
Filosofía y cultura de la inclusión
La educación para todos, como su
nombre lo sugiere, se propone asegurar el acceso a una educación básica para
todas las personas, ésta no debe verse como el privilegio de unos pocos sino
como un derecho. Durante la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos
(EPT) realizada en Jomtien, Tailandia, en el año 1990, se planteó una
panorámica preocupante sobre el estado mundial de la educación básica.
En el seno de este foro se crea la Comisión
Interagencial (1990) aduciendo que las políticas existentes en muchos países en
vías de desarrollo limitaban o impedían el acceso a la educación. La
conferencia concluyó según la OREALC/UNESCO (2004) que extender las
oportunidades básicas para todos los estudiantes era una cuestión de derecho,
que plantea más que un nuevo compromiso con la educación tal como existe hoy.
Lo que se requiere es una “visión
ampliada” que vaya más allá de los actuales niveles de recursos, de las
estructuras institucionales, de los currículos y de los sistemas convencionales
de enseñanza, y al mismo tiempo construir sobre lo mejor de las prácticas
actuales (artículo 2.1, Conferencia Mundial sobre Educación para Todos,
Jomtien, 1990). En el mencionado Foro se prestó especial atención a los
procesos de exclusión experimentados por los grupos en desventaja y se pidió
una acción positiva para superarlos.
Se necesita entonces, identificar
las barreras que algunos grupos encuentran cuando intentan acceder a las
oportunidades educativas, así como los recursos disponibles, tanto a nivel
nacional como de la comunidad y ponerlos en acción para superar dichos
obstáculos.
Como una extensión de la
Conferencia de Jomtien y para promover el objetivo de una educación para todas
las personas, la UNESCO emite su declaración en 1994. Sin embargo, a pesar de
que las necesidades educativas especiales fueron el foco principal de esta
conferencia, tanto ésta como su antecesora de Tailandia, se enfrentó con el
hecho de que la educación para todas las personas no era una realidad. Surge en
esta Conferencia el mayor ímpetu para el enfoque de Educación Inclusiva, donde
se visualizara la diferencia como algo normal y que se intentara desarrollar
sistemas educativos que fueran capaces de responder efectivamente a la
diversidad (OREALC/UNESCO, 2004).
La educación como derecho humano
fundamental se reafirmó en el Foro Mundial sobre Educación celebrado en Dakar y
se agrega en el Informe de la Comisión Internacional sobre construyendo un
concepto de educación inclusiva: una experiencia compartida 19 Educación para
el siglo XXI que (…) “este derecho constituye un medio indispensable para una
participación efectiva en las sociedades y en las economías del siglo XXI, que
se ven afectadas por una rápida globalización” (Foro Mundial sobre Educación,
2000, par. 6).
Para lograr una educación para
todas las personas se hace necesaria una profunda reestructuración y creación
de nuevas políticas educativas para incluir al individuo en una nueva sociedad,
con una cultura propia, dando sentido a la vida cotidiana y optando por una
mejor calidad de vida.
Consecuentemente con la necesidad
de crear nuevas políticas educativas para alcanzar las metas de una Educación
para Todos, se planteó el Proyecto Regional de Educación para América Latina y
el Caribe (PRELAC) 2002-2017, foro que se celebró en el año 2002 en La Habana,
Cuba y que cubriría un lapso de 15 años.
En el mencionado foro, se reseñan
las dificultades halladas por los distintos países participantes de satisfacer
el imperativo de una Educación Inclusiva propuesta en las anteriores instancias
al PRELAC. Las condiciones propias de cada país, entre ellas sus recursos,
Gobiernos, historias y culturas, acentúan un camino incierto para el logro de
dichas políticas educativas y con ello, el avance requerido.
No obstante la panorámica expuesta, en la
Declaración de Buenos Aires, los ministros de educación de América Latina y el
Caribe, convocados por la UNESCO a la segunda reunión intergubernamental del
Proyecto Regional de Educación para América Latina y el Caribe (PRELAC II ),
realizada durante los días 29 y 30 de marzo de 2007, ratificaron la necesidad
de intensificar los esfuerzos para lograr una educación de calidad para todos,
entendida como un bien público y un derecho humano fundamental y una
responsabilidad del conjunto de la sociedad.
Por ello, luego de conocer los informes y a
partir de los debates mantenidos en esta reunión, se declaró entre otros puntos
los siguientes:
Punto 2. Que nos comprometemos a
velar por que el Estado sea el garante y regulador del derecho a una educación de
calidad para todos, promoviendo consensos nacionales por la educación,
formulando políticas con visión de largo plazo y con participación social,
asegurando una oferta educativa plural y democrática, y mejorando la calidad de
la educación pública, dado el rol que juega en la reducción de las
desigualdades y en el fortalecimiento de la cohesión social.
Punto 3. Que es urgente avanzar
hacia sistemas y centros educativos más inclusivos, formulando estrategias que
contribuyan a romper el circuito de reproducción de la pobreza y la exclusión
social. Para ello es necesario el desarrollo de políticas intersectoriales que
enfrenten las causas que generan desigualdad dentro y fuera de los sistemas
educativos.
Punto 4. Que es necesario
incrementar los recursos financieros destinados a la educación así como su
distribución y gestión con criterios de eficacia, eficiencia, equidad y
transparencia. Para ello reconocemos la importancia de promover consensos
nacionales a favor de un mayor financiamiento y su sustentabilidad en el
mediano y largo plazo. Asimismo, convocamos a que este esfuerzo financiero
público sea acompañado por el esfuerzo internacional a través, por ejemplo, de
programas de canje de deuda por inversión en educación, en los países que lo
estimen conveniente.
Está por demás reconocer que para
lograr la difícil tarea de llevar a la práctica una Educación Inclusiva y hacer
realidad una “escuela para todas las personas”, que garantice la igualdad de
oportunidades, la equidad y el respeto a la diversidad, se requiere en
definitiva, la implementación del paradigma de Educación Inclusiva mediante el
compromiso político, económico y social entre otros, eliminando todo tipo de
barreras y exaltando la identidad, la persona y la cultura.
Procesos de enseñanza y aprendizaje
Las escuelas con carácter inclusivo asumen el
principio de la diversidad y por tanto, organizan los procesos de enseñanza y
aprendizaje teniendo en cuenta la heterogeneidad del grupo. Según Fernández
(2003) éstas deben reunir una serie de condiciones hacia las cuales es
necesario avanzar progresivamente considerando este principio como un elemento
que enriquece el desarrollo personal y social, como un proyecto educativo de
toda la escuela que pretende implementar un currículo susceptible de ser
adaptado a las diferentes capacidades, motivaciones, ritmos y estilos de
aprendizaje de los alumnos.
Así mismo, bajo este principio,
se deben utilizar metodologías y estrategias de respuestas a la diversidad en
el aula, aplicando criterios y procedimientos flexibles de evaluación y
promoción con una disponibilidad de servicios continuos de apoyo y
asesoramiento orientados a la globalidad de la escuela.
Para crear escuelas inclusivas se
requiere de una respuesta educativa pertinente al alumnado en cuanto a sus
necesidades, a las propuestas didácticas acorde a las características
heterogéneas de sus alumnos, considerando la interacción entre comunidad
educativa, el grado de coordinación y la utilización de los recursos y las
prácticas educativas.
Como la mejor vía para prevenir
con eficacia la xenofobia, los problemas de desintegración social y para
alcanzar una alta cohesión grupal en el aula y dar respuestas a la diversidad,
se cuenta con el aprendizaje colaborativo, constituyéndose en un modelo
educativo de la cultura inclusiva. Se promueve con este modelo una educación de
calidad que permite desarrollar las potencialidades tanto individuales como
sociales. Propicia que el alumnado aprenda de una forma más sólida y
estimulante, mejorando las relaciones interpersonales.
Con este tipo de aprendizaje bien
organizado, los alumnos se benefician del aprendizaje conjunto, siendo efectivo
tanto en las áreas cognitiva y social como en la evolución del aprendizaje de
los alumnos. No parece haber indicios de que los estudiantes más capaces se
perjudiquen de esta situación por la falta de nuevos estímulos y oportunidades.
Las personas participantes de este enfoque aprenden más y mejor cuando se
emplean técnicas de aprendizaje colaborativo, ya que éstas incitan a la
participación activa de su propio proceso de aprendizaje (Barkley, Cross y
Howell, 2007). Este enfoque tiene un efecto muy positivo en la autoconfianza de
los alumnos y a la vez estimula las interacciones sociales en el grupo de iguales,
beneficiando tanto a los maestros como a los discentes. Fomenta en los
estudiantes valores de solidaridad, respeto, tolerancia, y responsabilidad,
fortaleciéndose de esta manera una cultura verdaderamente inclusiva.
Ahora bien, con una población
estudiantil heterogénea, propia de las escuelas inclusivas, se requiere de
modelos que contemplen, respeten y potencien, desde la diversidad, los procesos
de enseñanza-aprendizaje. Uno de ellos es el aprendizaje por proyectos en el
cual, como su nombre lo indica, se trabaja por proyectos en vez de asignaturas
específicas. Utiliza un enfoque interdisciplinario que estimula el trabajo
cooperativo llevando el conocimiento de los estudiantes más allá del aula,
hacia un mundo real y en su propio contexto, centrados en el estudiante
mediante la participación directa de éste, atendiendo a las necesidades del
alumnado, del profesorado, las familias y la comunidad.
En el proyecto educativo de una
escuela con carácter inclusivo, se plantean planes, objetivos concretos que la
escuela asume como propios. Así tenemos por ejemplo, el proyecto construyendo
un concepto de educación inclusiva: una experiencia compartida 21 de
convivencia y solución cooperativa de conflictos que tiene como objetivos
prevenir la violencia, aprender estrategias para la resolución de conflictos,
adquirir habilidades de comunicación y relaciones interpersonales, así como
mejorar el clima del aula. Se pretende resolver una situación de solución
problemática de forma cooperativa.
Los apoyos constituyen otro de los fundamentos
básicos de la Educación Inclusiva, tanto para el alumnado como para el
profesorado, debiéndose fomentar para salvar las barreras que impiden el
aprendizaje. Para el caso del alumnado en las escuelas tradicionales y
siguiendo los principios de la integración educativa, el apoyo se brinda a los
estudiantes fuera del aula, debido a la falta de un trabajo colaborativo y
simultáneo y a la falta de coordinación interprofesional.
Desde la Educación Inclusiva, el apoyo se
brinda dentro del aula pero la decisión sobre el tipo y magnitud del apoyo que
se ofrezca a un alumno debe ser meticulosamente estudiado para evitar los
inconvenientes de un apoyo excesivo. Este apoyo debe ser proporcionado por los
profesionales mediante una planificación de actividades pensadas para todo el
alumnado, siendo conscientes de sus diferentes puntos de partida, experiencias,
intereses y estilos de aprendizaje, o cuando los niños se ayudan entre sí
(Booth y Ainscow, 2000). No obstante, cuando se brindan apoyos especiales con
profesionales expertos, se recomienda que dichos apoyos sean precisos,
aprovechándolos no sólo en el alumno que lo requiere, sino en pro del resto de
los alumnos. Esto implica una nueva reestructuración del proceso de aprendizaje
en el aula.
Cabe mencionar que la decisión de
brindar un determinado apoyo, no es una decisión del profesional de apoyo
únicamente, sino de todos los miembros del equipo educativo que participan en
la educación de la persona por apoyar. Por otra parte, si queremos que la
Educación Inclusiva se ofrezca en nuestras escuelas habrá que preparar docentes
para educar en la diversidad y atender de forma integral a las diferencias,
ofreciendo a la vez espacios en las escuelas donde el personal educativo
comparta sus experiencias y trabajen de manera conjunta en la construcción de
escuelas y sociedades más inclusivas.
Según García (2003), el enfoque
inclusivo pretende promover un profesional para la inclusión educativa o
social, con claridad conceptual y práctica en cuanto a las actitudes,
fundamentadas en los principios de la diversidad e inclusión; en el
conocimiento del desarrollo de las personas con necesidades educativas
específicas asociadas a la discapacidad, al medio ambiente o con capacidades y
aptitudes particulares. Señala también, que se requiere de un profesional con
el conocimiento de la realidad en diferentes ámbitos (familia, escuela, sector
laboral y comunitario), con habilidades para aplicar diversas estrategias de
intervención socioeducativa o psicopedagógica; con habilidades para diseñar,
adaptar y evaluar los programas o estrategias a implementar y un desarrollo de
la función educativa utilizando técnicas tanto individuales como colectivas, ya
sean de asesoría, interdisciplinaria, tutoría, y de tipo colaborativo.
Implica entonces una profunda variación en los
currículos y en la formación inicial del docente. Exige adaptaciones en el
contexto y en la escuela, en las prácticas didácticas y en los materiales
educativos de apoyo que no se adecuan a las necesidades de los alumnos. La
escuela se adecuará a las necesidades de los alumnos y no los alumnos a las
condiciones de la escuela. Según Arnáiz (2005) “La inclusión implica preparar y
apoyar a los profesores para que enseñen de forma interactiva. Los cambios en el
currículo están estrechamente ligados a los cambios en su pedagogía” (p. 65).
La escuela debe asumir el principio de la diversidad y organizar los procesos
de enseñanza-aprendizaje teniendo en cuenta la heterogeneidad del grupo
reuniendo una serie de condiciones hacia las cuales es necesario avanzar
progresivamente.
El logro de la instauración de la
Educación Inclusiva como un nuevo paradigma educativo está enmarcado además,
por las características del componente humano, en especial de la dirección del
centro educativo pero también por las particularidades de las personas
profesionales de la educación.
El liderazgo que ejerza la
dirección de una institución educativa, la posibilidad de que su visión
integradora dirigida al logro de una Educación Inclusiva pueda embeber a los
docentes, convencerlos de que se lleva la institución por un camino educativo
mejor, de mayores logros cognitivos dentro de los diversos contextos y culturas
y aprovechando la diversidad para llegar a ellos, es una de las características
que se espera de la cabeza de una institución educativa inclusiva.
Las características y el tipo de
liderazgo pueden variar, pero siempre debe buscar el crecimiento institucional,
orientado a mejorar las relaciones que se establecen entre los actores de una
determinada micro-cultura educativa, reconociendo sus particularidades para
ofrecer al educador, el apoyo que requiere para llevar a cabo su práctica
pedagógica, motivándolo para que alcance las metas esperadas, involucrándolo y
logrando su participación activa en el nuevo modelo educativo.
La calidad educativa será el
reflejo de la calidad del liderazgo, relacionada con la escuela efectiva, con
los recursos necesarios para el desarrollo de los aprendizajes, trabajando con
los materiales y formas textuales modernas e innovadoras que estimulen el
aprendizaje significativo de todo el alumnado, promoviendo la crítica y la toma
de decisiones constructivas en los discentes, facultando al educador para que
lleve al máximo la expresión educativa que se espera de su quehacer
profesional, contribuyendo con la institución en el alcance de sus metas a
través del ejercicio de su propio liderazgo plasmado en el desarrollo eficaz y
eficiente de sus propias tareas educativas, proyectos, estructuras y procesos
que le son propios.
El respeto por parte de los actores educativos
por la línea que señala la dirección debe estar presente incondicionalmente,
pues se busca con ello promover cambios que apuntan a la calidad educativa, con
resultados más claros, rápidos y efectivos, mediante una educación que atiende
la diversidad, que estimula a los profesionales de la educación, que respeta su
pensamiento, que da pie a la innovación, haciendo uso de “lo mejor” de la
voluntad humana para reflejar en las personas una mejor calidad de vida.
Finalidades de la Educación Inclusiva
Según Booth y Ainscow (2000), el
desarrollo de la Educación Inclusiva debe direccionarse hacia el cumplimento de
varias finalidades, planteadas desde varias perspectivas interrelacionadas como
la cultura, las políticas y las prácticas de los centros.
Bajo esta reflexión, resultaría entonces que
la necesidad de crear escuelas inclusivas implica la creación de una comunidad
escolar segura, acogedora, colaboradora y estimulante en la que cada persona es
valorada, como el fundamento primordial para que todo el alumnado tenga mayores
niveles de logro. Plantea el desarrollo de valores inclusivos, compartidos por
toda la comunidad escolar, cuyos principios derivados guían las decisiones que
se concretan en las políticas escolares de cada centro educativo y en el
quehacer diario, y de esta forma el aprendizaje de todas las personas encuentra
apoyo en el proceso continuo de innovación educativa.
Elaborar políticas inclusivas considera el
apoyo (o apoyo pedagógico), como todas aquellas actividades que aumentan la
capacidad de un centro educativo para atender a la diversidad del alumnado.
Proporcionar apoyo individual a determinados alumnos es sólo una de
construyendo un concepto de educación inclusiva: una experiencia compartida 23
las formas a través de las cuales es posible hacer accesibles los contenidos de
aprendizaje a todo el alumnado. Esto implica el abordaje de todas las políticas
en pro del mejoramiento del aprendizaje y la participación abierta del alumnado
en ese proceso, es decir, el esfuerzo debe ir dirigido al alumno más que al
centro de enseñanza.
También se presta apoyo, por
ejemplo, cuando los docentes programan unidades didácticas donde consideran
distintos puntos de partida y diferentes estilos de aprendizaje o cuando se
plantea una metodología cooperativa, como por ejemplo las tutorías entre
iguales. El apoyo se torna en parte integral de toda enseñanza, y esto se
refleja en el desarrollo de prácticas inclusivas, con la intención de articular
el aprendizaje.
Conclusión
La Educación Inclusiva no es un
concepto singular, sino que supone la consideración de una serie de indicadores
o descriptores en torno al mismo, los cuales deben desembocar en prácticas y
proyectos orientados a conseguir escuelas con carácter inclusivo. Por ello
quizás sería más adecuado hablar de perspectivas sobre la inclusión y la
Educación Inclusiva.
Para lograr escuelas inclusivas
se requiere de un cambio en el paradigma educativo, desde integración hacia la
inclusión; enmarcado en el derecho a la educación, a la igualdad de
oportunidades y a la participación. Es habilitar escuelas para que atiendan a
toda la comunidad como parte de un sistema inclusivo, desde las políticas en
general, hasta la reestructuración educativa y el contexto sociocultural.
La inclusión es entonces, una manera distinta
de entender la educación, implica pensar en una nueva filosofía, con nuevas
formas de analizar la cotidianidad escolar, de trabajar y de convivir, es
decir, requiere un conjunto de acciones escolares, sociales y de la comunidad
que eliminen las barreras que impiden la participación de los estudiantes en el
aprendizaje, aceptando y valorando las diferencias individuales.
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